Monday, July 21st, 2025 12:40 pm
Hace dos semanas mi rutina supermercantil se vio alterada por unas inesperadas obras que cubrían toda una manzana. Justo la manzana que conecta mi casa con el supermercado. Claro que se puede cruzar a la acera de enfrente, pero eso triplica el número de semáforos, y además esa calle es una de las arterias principales de la ciudad, por lo que le tránsito es rico y variado y a todas horas (que menos mal que tengo ventanas dobles en el dormitorio, si no a saber si podría dormir. ... No, claro que podría dormir, yo duermo aunque caiga el cielo sobre nuestras cabezas ¬¬U)
En el camino de vuelta vi que prácticamente estaría en obras todo el verano, hasta mediados de septiembre. En ese momento sólo me tocó la moral el tener que adaptar el recorrido: o cruzar al otro lado y encadenar semáforos, o dar un rodeo y tardar más cargado con la compra semanal. Que, vale, no es mucha carga, pero en verano no apetece con el calor, que yo soy de sudar. (Sí, soy de dormir y de sudar. De hecho soy de hacer las dos cosas a la vez ¬¬U Fuera y dentro del gimnasio ¬¬U)
El caso es que se quedó en eso, un descubrimiento molesto que implicaba cambiar el camino al supermercado y ya. Claro que hasta el viernes pasado no caí en qué otra cosa implicaban las obras: las obras en sí mismas.
Cuando llega el calor abres las ventanas para aprovechar el frescor de inicio y final de día (sí, sí, los chicos se enamoran, también ¬¬U). ¿Qué entra entonces? El poco frescor ambiental que hay. La brisilla, cuando se anima. Alguna mosca que aprovecha el quita-y-pon de las mosquiteras. Y el ruido de las obras. Y el polvo de las obras.
Que sí, que tienen que hacerlo en verano porque imagina hacer obras de levantar el suelo de toda una manzana en mayo. O en octubre.
Al menos cuando tenga vacaciones no podré excusarme en dar el día por poco aprovechado por despertarme tarde. Sí lo podré hacer por levantarme tarde, pero no por despertarme tarde.
(A quién quiero engañar, a menos que taladren debajo de mi casa no creo que me entere de nada ¬¬U)
En el camino de vuelta vi que prácticamente estaría en obras todo el verano, hasta mediados de septiembre. En ese momento sólo me tocó la moral el tener que adaptar el recorrido: o cruzar al otro lado y encadenar semáforos, o dar un rodeo y tardar más cargado con la compra semanal. Que, vale, no es mucha carga, pero en verano no apetece con el calor, que yo soy de sudar. (Sí, soy de dormir y de sudar. De hecho soy de hacer las dos cosas a la vez ¬¬U Fuera y dentro del gimnasio ¬¬U)
El caso es que se quedó en eso, un descubrimiento molesto que implicaba cambiar el camino al supermercado y ya. Claro que hasta el viernes pasado no caí en qué otra cosa implicaban las obras: las obras en sí mismas.
Cuando llega el calor abres las ventanas para aprovechar el frescor de inicio y final de día (sí, sí, los chicos se enamoran, también ¬¬U). ¿Qué entra entonces? El poco frescor ambiental que hay. La brisilla, cuando se anima. Alguna mosca que aprovecha el quita-y-pon de las mosquiteras. Y el ruido de las obras. Y el polvo de las obras.
Que sí, que tienen que hacerlo en verano porque imagina hacer obras de levantar el suelo de toda una manzana en mayo. O en octubre.
Al menos cuando tenga vacaciones no podré excusarme en dar el día por poco aprovechado por despertarme tarde. Sí lo podré hacer por levantarme tarde, pero no por despertarme tarde.
(A quién quiero engañar, a menos que taladren debajo de mi casa no creo que me entere de nada ¬¬U)
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